lunes, 22 de mayo de 2017

Esoteria: Mi contacto del tercer tipo.

Desde ya les digo, si quieren me creen, si no, es problema suyo. Yo sé que esto de verdad ocurrió y eso es lo único que importa.

Desde muy pequeña acostumbrábamos en mi familia el mirar las luces que rodeaban el volcan Llaima al atardecer. Con mi papá nos instalábamos a mirar como volaban alrededor del macizo cordillerano con extraña naturalidad, como si estuviesen acostumbradas a merodear por esos lares. Las veíamos entrar al volcán, darle la vuelta, volar hacia arriba y hacia abajo, como si prácticamente se sintieran en su propia casa. Nosotros las mirábamos, pero nunca hacíamos comentarios al respecto, como que nos dejaban disfrutarlas no más, sin grandes complicaciones. Ya más grande, cuando tenía como 11 años mi papá nos dijo que le parecía que esas luces en realidad eran naves extraterrestres que utilizaban al nevado Llaima como base intergaláctica o algo así, pero lo dijo riéndose, así que ninguno de nosotros le hicimos mucho caso, aunque se nos quedó en la mente ese dato, aunque insisto, en esos años (los noventa) era algo súper normal verlas, pero no sé como será ahora la cosa en Cherquenco... También recuerdo, otra noche, en que mis papás conversaban en voz baja para que no escucháramos, (pero igual lo hacíamos) y hablaban sobre como mi padre, camino a casa en su jeep se había visto interceptado por unas extrañas luces que lo hicieron detenerse y que de la nada desaparecieron, así, sin más explicación. Mi mamá parecía preocupada, pero cuando le pregunté más tarde me tranquilizó con las clásicas mentiras maternas de "que estaba todo bien". Años después le pregunté a mi padre al respecto y me confirmó lo que yo creía haber oído, pero no quiso hablar más al respecto. Él es un hombre de campo muy rudo, franco y escéptico de las cosas paranormales, pero sé que ese hecho lo afectó en cierta medida, quizá por eso prefiere no conversar sobre eso.
Cuando tenía 12 años sufría de fuertes periodos de insomnio y pasaba noches enteras sin dormir. Ahora entiendo que es por las hormonas del crecimiento o algo así, pero en esa época era algo realmente atormentador, por más que trataba no podía quedarme dormida y daba vueltas y vueltas en mi cama como una chochoca chilota al palo envuelta no sólo por las sábanas, sino también por mis angustiosos pensamientos de preadolescente, hoy eso no significa nada, pero en aquella época, cuando uno tiene 12 años, se siente el centro de universo.
Lo voy a contar en forma breve porque así fue.
Una de esas noches sin dormir me encontraba en la ventana de nuestro dormitorio mirando hacia afuera al volcán cuya nieve brillaba débilmente, aún en la nocturna oscuridad. En la cama de al lado dormían mis hermanitos chicos, y yo sentía envidia de ellos y su pacífico y profundo respirar. Entonces algo me hizo fijar nuevamente la vista afuera y de la nada surgió un brillo muy intenso, más que el día, más que un rayo, era como una cortina plateada de luz que inundó la habitación y de paso a mi. Luego, un parpadeo después, un instante, nada más, eran la madrugada y yo me encontraba en piyama al fondo de la parcela, parte del fundo que mi padre administraba, en piyama, descalza, completamente confundida. No entendía como había llegado ahí, y veinte años después, no lo entiendo. Entonces me limité a caminar, (muriendo de dolor porque soy super delicada de pies) y tras horas caminando, o así me pareció esa vez, llegué a mi casa, abrí la puerta de la cocina y me encaminé a mi cama. No le conté a nadie y tampoco lo he contado íntegramente a nadie, pero creo que es hora ya de liberarme de esta historia, pero en mi interior siempre supe que lo que me había pasado tenía que ver con las misteriosas luminiscencias que rondaban al volcán Llaima. Alguna vez me quiero hacer una terapia de regresión hipnótica para saber con exactitud que me pasó, porque de ahí nunca más volví a ser la misma, aunque por fuera me siguiera viendo igual. Ustedes saben que los cambios significativos siempre son los internos y esos son los que nos marcan, aunque de esta vez no recuerde nada más que esa luz líquida y plateada que me llenó por dentro por un exacto segundo, el suficiente para jamás haberlo olvidado. Como dos veces me han vuelto a visitar, pero nunca más volvieron a llevarme con ellos como esa vez. Insisto, si quieren me creen, si no, es cosa de ustedes. Solo espero no hacerme blanco del escarnio público, y recibir estúpidas burlas de gente pseudo intelectual que no cree en nada ni aunque eso las estuviera mordiendo, pero ya me atreví a contarlo, y es parte de mi historia. Tómenla como mejor les parezca.